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jueves, 22 de octubre de 2015

La prerreforma religiosa

La “Devotio Moderna” y el pensamiento de Erasmo de Rotterdam


    Huelga decir la importancia que el cristianismo tenía en la Europa medieval y moderna, más allá de las valoraciones que de esto quiera hacer cada uno. Y es sabido por todos que, allá a mediados del siglo XVI un monje alemán dio el pistoletazo de salida a lo que fue conocido como Reforma Religiosa sembrando la discordia en el cristianismo occidental; la ortodoxa ya es otro tema. Sin embargo este hombre, Lutero, no fue ni mucho menos el primero en avisar de que algo fallaba. Y de esto vamos a tratar aquí, de las corrientes anteriores a Lutero que pusieron la lupa sobre lo que era necesario modificar en uno de los pilares pilares fundamentales de la sociedad de la época.


    Problemas en el seno de la religión

    La discusión sobre las doctrinas no es algo que aparezca de la nada: los debates entre eruditos se produjeron desde los orígenes del mismo cristianismo. Y aunque estos debates se mantendrían entre la élite intelectual de cada momento, sus consecuencias alcanzan a toda la sociedad, ya que tanto la cultura como la política van de la mano de la religión. Avanzada ya la Edad Media, son dos aspectos básicos los que centran las preocupaciones de los intelectuales. Por un lado está la reforma de la doctrina religiosa y por el otro la recristianización de la sociedad. Sí, recristianización, porque pese a que la gran mayoría de los europeos eran cristianos, sus conductas en ocasiones distaban mucho de lo que marcaban las costumbres morales cristianas.

    Pero esta falta de moralidad cristiana no era algo exclusivo del fiel de a pie, sino que la conducta del propio clero dejaba mucho que desear y esto era lo que más preocupaba, ya que se suponía que eran los encargados de marcar la línea a seguir por los fieles y servir de ejemplo. Esto estaba más extendido en el clero secular que en el regular, como es lógico. La falta de moralidad del clero quizá tenga como punto más llamativo a la vida sexual de sus miembros, porque el voto de castidad es muchas ocasiones era mera teoría. Sin embargo no era el único ya que algo que también preocupaba y mucho era que dentro del clero tenían acogida muchos miembros segundones de la nobleza, que conservaban su modo de vida anterior llegando incluso a portar armas.

    Otra de las prácticas preocupantes de aquel momento era el incumplimiento del deber de residencia. Es decir, a un sacerdote pudiente lo destinaban a una aldea para desarrollar su labor y éste, en lugar de ir, subcontrataba a un sacerdote en unas condiciones económicas precarias para que fuese en su lugar mientras el seguía viviendo en la ciudad. El tercero de los problemas era la escasa formación del clero, sobre todo del secular en las zonas rurales, ya que tenían la obligación de saber hablar latín, pero en muchas ocasiones no lo entendían. Es decir, un sacerdote oficiaba la misa en latín como buenamente pudiera pero no tenía ni idea de lo que estaba diciendo.

      La Devotio Moderna

Guillermo de Ockham, sin su famosa navaja.
    Para paliar estos problemas, en los siglos XIII y XIV tuvieron lugar varios intentos de reforma, pero cada uno por su cuenta, no hay una corriente que los englobe a todos y cada intento es puesto en marcha por una institución diferente. De estas corrientes la más destacable es la conocida como Devotio Moderna, que tiene su origen en la Baja Edad Media. Este movimiento religioso nace en los Países Bajos y en el norte de Alemania y pese a que es considerado un movimiento más espiritual que intelectual, entre sus miembros tenemos a los referentes intelectuales de la época. De hecho el nombre de Devotio Moderna viene a relación de as diferencias entre el planteamiento filosófico anterior, heredero de Tomás de Aquino, por el nuevo del que nace esta corriente, cuyo “padre” es Guillermo de Ockham. Este nuevo movimiento será el que vaya sentando las bases que posteriormente serán recogidas en el siglo XVI e impulsarán las grandes reformas.

    Los principales preceptos son los siguientes:

    -La experiencia personal con Dios a través de la Biblia. Esto castra en origen a este movimiento, ya que los elevados índices de analfabetismo de la época y lo caro que resultaba hacerse con un libro antes de la invención de la imprenta, reducía a muy pocos aquellos que podían leer las escrituras. Sin embargo esto posteriormente será recogido por la reforma del XVI y con el abaratamiento de los costes de fabricación de libros se conseguirá llegar a un público más amplio. Y cuando se abogue por la traducción de la Biblia del latín a las lenguas vernáculas su acceso será aún más sencillo. A ver, más sencillo pero aún así el creyente de a pie seguía sin saber leer, tampoco creamos que porque llegue la imprenta se puso a leer todo el mundo, porque muchos ni sabían y la gran mayoría seguía sin poder permitirse comprar un libro.

    -Se pone más atención a lo que se siente que a lo que se conoce. Es decir, no es tan importante la comprensión y entendimiento acerca de la existencia de la divinidad como el sentimiento que esta produce en uno. Este punto ya es algo más complejo y tendrá poca acogida en Europa pero si que dará origen a corrientes religiosas como la de los cuáqueros, cuyo nombre viene de que la simple creencia en Dios le hacía temblar.

    -Por otra parte eran firmes defensores del dominio personal, es decir, que pese a que lo importante es lo que se siente acerca de la divinidad, cada uno es capaz de controlar eses sentimientos y su propia conducta para encauzarla por los criterios morales adecuados.

    Pese a sus buenas intenciones, este era un movimiento minoritario que, aparte de contar con muy pocos miembros y concentrado en lugares muy concretos, distaba mucho de las prácticas de la mayor parte de la población. Hay que recordar que, a mediados del s. XIV cuando nace está corriente, Europa atraviesa un momento muy convulso por el azote de la terrible epidemia de peste. La incidencia de esta enfermedad y su elevada mortalidad se veía como un castigo divino por el mal comportamiento de los fieles para el que había que someterse a duros actos de penitencia para ser perdonados y poder librarse. Estos actos de penitencia en ocasiones se alejaban mucho de la doctrina cristiana y se correspondía más con supersticiones. Por ello la nueva relación meramente espiritual con una divinidad afable no se contemplaba como una posibilidad por la mayor parte de los creyentes. Con el paso del tiempo las reformas no se quedarán en un mero lavado de cara con el cambio de la relación Dios, sino que se abogará por un cambio profundo en el seno de la Iglesia e incluso con la ruptura y creación de instituciones paralelas.


    Erasmo

Erasmo de Rotterdam
    En el bando de aquellos que intenta reformar la Iglesia y sus prácticas sin romper con ella, quizá el personaje más conocido sea Erasmo de Rotterdam (1469-1536). Esto es así porque fue de los pocos que adaptó su pensamiento y lo plasmó en obras como El elogio de la locura escritas de un modo que era y es más accesible para el “gran público”. Mientras, la mayor parte de los pensadores de su tiempo siguen manteniendo el debate dentro de los círculos intelectuales muy alejados del grueso de los creyentes.

    La personalidad y el pensamiento de Erasmo es un reflejo de su vida. Desde pequeño acude a una escuela partidaria del pensamiento de la Devotio Moderna, por lo que su visión de la espiritualidad y de la jerarquía religiosa queda fuertemente marcada. Por ello, cuando ingrese en un monasterio agustino, las diferencias que existían entre su manera de ver las cosas y la de sus superiores seguirán creciendo y le generará más de un problema. De que su estancia en el monasterio no fue agradable tenemos testimonio en una de sus obras, Manual del soldado cristiano (1504), donde afirma que el monacato no es piedad ni religión, afirmación que hará que se incluya en el Índice de Libros Prohibidos.

    Sin embargo no todo es negativo ya que en el monasterio tiene acceso a obras clásicas y a los diferentes libros de la Biblia. Aunque esto le acarreará también sus problemas, porque por un lado elabora una edición crítica de la Biblia en latín, pero por otro se dedica a corregir traducciones de la misma a las lenguas vernáculas lo que por un lado le granjea el apoyo y amistad de los luteranos, pero la enemistad con sectores católicos. Pese a esto, su valía le hace ostentar puestos como el de secretario del obispo de Cambrai, ciudad del norte de Francia, pero que en esta época se correspondía también con una archidiócesis que abarcaba casi todo el territorio que conocemos como Flandes. Desarrollando las labores propias de su cargo, viajó por toda Europa conociendo y entablando amistad con otros humanistas como Juan Colet o, sobre todo, Tomás Moro.

    Según se fue haciendo más conocido en Europa, fue recibiendo invitaciones para visitar diversas universidades europeas. Entre ellas está la invitación del cardenal Cisneros para acudir a la universidad de Alcalá de Henares, aunque Erasmo declinó la invitación. Sin embargo esto no impidió que desde esta universidad se ayudase a la difusión de sus obras, traduciéndolas e imprimiéndolas, sobre todo a raíz del apoyo de Carlos I, al que dedica una de sus obras: Educación del príncipe cristano (1516).


    La reforma de Erasmo

    En cuanto al programa de reformas defendido por Erasmo,  se basaba en que el creyente debería de actuar según los dictámenes de la Biblia, concretamente del Nuevo Testamento, dejando de lado las interpretaciones y aportaciones posteriores de eclesiásticos. Y también de buscar una religión razonable, más humana, que deje de lado comportamientos extremos como supersticiones, flagelaciones u otras penitencias excesivas o que constituyesen castigos físicos. Para Erasmo la fe debería ser una mezcla entre sentimiento y razón, porque la creencia sin conocer exactamente en qué se cree no sería propia del ser humano, que tiene a su capacidad de razonar como principal elemento.

    Para conseguir esto, al creyente habría que educarlo, hacerle conocedor de la teoría más allá de la fe. Sin este conocimiento el creyente se limitaría a desarrollar una serie de actos o cultos sin conocer realmente su significado, lo que se correspondería más con prácticas supersticiosas. Sin embargo este conocimiento de los entresijos de la religión reduciría el poder de las autoridades eclesiásticas, ya que no sería tan necesaria la figura del sacerdote, aún sin llegar al nivel de Lutero de defender el sacerdocio universal. En este punto es donde es importante la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, porque es la única manera de ampliar su conocimiento. En España esto tardará en llegar, porque no será hasta el reinado de Carlos III cuando se edite oficialmente una Biblia en español, curiosamente, habiendo ya llegado en la primera mitad del XVI a América.

    En cuanto a cómo se debe llevar a cabo esta reforma, Erasmo defiende que no es algo que se deba imponer, porque es una reforma basada en el conocimiento y el conocimiento no se impone. Por ello los intelectuales que se alineen con este pensamiento deben estar abiertos a dialogar y tolerar otras posturas, explicando sus teorías para que los demás las conozcan y puedan considerarlas positivas y adoptarlas.



    Pese a lo comedido de su postura, las medidas de Erasmo no pueden ser aplicadas en su época, porque a raíz de las tensiones creadas por el estallido de la Reforma Luterana y las Guerras de Religión, la Iglesia Católica se cierra sobre sí misma y contempla las medidas de Erasmo como peligrosas. Por ello su obra es prohibida y tanto él como sus partidarios, editores y traductores se ven perseguidos. Su defensa frente a la condena de su pensamiento va en la línea de su idea de como se debe hacer la reforma que anhela, aludiendo a que nadie puede imponerle un modelo de religión por la fuerza de las armas o las hogueras. Pero esta reacción de la Iglesia hace que se tenga que esperar a los siglos XVII y XVIII para retomar el pensamiento y las medidas reformistas defendidas por Erasmo.

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