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miércoles, 30 de septiembre de 2015

El Imperio Bizantino de Justiniano

La época dorada del Imperio Bizantino bajo el mandato de 
Justiniano I El Grande


    La historia de lo que conocemos como Imperio Bizantino hunde sus raíces en la fundación de Constantinopla por Constantino en el año 330 d.C., aunque originalmente su nombre era Nueva Roma. El nombre de Bizancio se le aplica posteriormente y se debe a que la ciudad fue levantada sobre los restos de un enclave de origen helenístico llamado Byzantium. Por otra parte, en la época imperial los ciudadanos de lo que conocemos como Imperio Bizantino se denominaban a sí mismos como romanos.


Evolución del Imperio

    Los motivos de la fundación de una nueva ciudad con las funciones de una capital en la zona oriental del Imperio Romano no fue casual, ya que en este momento es en Oriente donde se encontraba el verdadero corazón del Imperio. Se encontraba a medio camino de las dos principales fronteras: la del Danubio que lo separaba de los pueblos germanos, y la frontera del Éufrates, que limitaba con el Imperio Sasánida. Además esta zona del Imperio había soportado mucho mejor la crisis del siglo III y esto unido a que la zona oriental era la que más población tenía y la que más trigo producía hace que su importancia económica sea incuestionable. Estas diferencias entre las dos zonas se acrecentarán cuando finalmente se divida el Imperio Romano, en el año 395.

    La época del Imperio Bizantino, como tal, comienza con la caída del Imperio Romano Occidental en el 476. Tras la deposición del último emperador y el destierro por parte de Odoacro de Rómulo Augústulo (nombre poco pomposo y pedante), hace que Odoacro envíe las insignias imperiales a Constantinopla reconociendo a su Emperador, Zenón, como el máximo gobernante también en Occidente. Es decir, se produce una reunificación del Imperio Romano bajo el gobierno de Constantinopla, aunque se trata de algo meramente nominal ya que Occidente se divide en diversos reinos independientes.

Llegada al trono de Justiniano y sus primeros problemas


Imagen de Justiniano en el mosaico de la iglesia de San Vital de Rávena

    Tras la caída de Occidente, Constantinopla no hace más que seguir incrementando su importancia durante los gobiernos de Zenón (474-491), Anastasio (491-518) y Justino I (518-527). Durante el mandato de este último, en el 520, asocia a su sobrino al trono, que no será otro que Flavio Pedro Justiniano, más conocido como Justiniano I, apodado El Grande. Esta asociación sería algo así como nombrarlo vicepresidente o coemperador, para que nos entendamos. Gracias a ello, a la muerte de su tío, Justiniano ya conocía la situación real del Imperio y los mecanismos del poder. Pero esta experiencia y conocimiento no evitaron que pronto tuviese que poner fin a una revuelta interna que a punto estuvo de costarle el trono en el 532.

    El epicentro de esta revuelta se encuentra en el Hipódromo, principal punto de contacto entre el Emperador y el pueblo y el núcleo de la vida social y política de los ciudadanos que ya había desencadenado algún problema, pero nunca de la magnitud del que estamos hablando. El Hipódromo y las carreras de aurigas tenían una importancia mucho mayor de la que en un principio podríamos pensar, los dos bandos, Pasinos (verdes) y azules, en los que se dividía dejaría a los ultras de cualquier equipo de fútbol de nuestro tiempo a la altura del betún. Y no se quedaba en una mera lucha o disputa de hinchas deportivos, sino que el Emperador necesitaba de ambos bandos tanto a la hora de proclamarse como gobernante públicamente como para llevar a cabo sus políticas, para lo que se apoyaba en uno u otro bando según le fuesen o no favorables.

    De este modo se mantenía el equilibrio, pero la elección de algunos colaboradores como su “asistente legal” Triboniano, hizo que ambas facciones siempre divididas se uniesen contra el Emperador. Es posible que además de estas elecciones tuviese algo que ver el escaso aprecio que ambos bandos sentían por la emperatriz Teodora, sobre todo el de los verdes que había rechazado a su familia como miembros. La animadversión a Teodora no era algo exclusivo de los bandos del Hipódromo y para muestra tenemos los testimonios del principal cronista de esta época, Procopio de Cesárea, pero esto es otro tema que ya trataremos.

    El estallido de la revuelta se produce en el mes de enero del año 532 y se la conoce como la Revuelta de la Niká, porque ese era el grito de ambos bandos. Niká como sabréis significa victoria. En un principio la revuelta giraría en torno al derrocamiento de los colaboradores y magistrados del Emperador que no les gustaban, pero cuando Justiniano accede a sus exigencias no se acaba ahí. El siguiente paso será intentar derrocar al propio Emperador, intentando aupar al trono a su propio candidato, Hipacio, senador y sobrino del anterior emperador Anastasio.

    Ante esta situación algunas fuentes apuntan a que el primer impulso de Justiniano fue marcharse al exilio y que fue Teodora quien lo convenció para que se quedase y plantase batalla a los rebeldes. Fuera como fuese, lo que sabemos es que finalmente el Emperador envía al ejército contra los rebeldes acabando con la revuelta en la llamada “Masacre del Hipódromo” que se saldó con unos treinta mil muertos, entre los cuales se encontraba el aspirante al trono.


    Aunque no lo parezca, las consecuencias de la revuelta fueron positivas para Justiniano ya que supuso un reforzamiento de su poder y le permitió tener una excusa para, poco a poco, ir prescindiendo de las magistraturas y del senado y dotar al Imperio de un gobierno si cabe más personalista. En cuanto a la ciudad, hoy en día Estambul, quedó destruida o muy afectada tras los disturbios que se prolongaron durante cinco días, algo que tampoco es del todo negativo ya que a esta destrucción le siguió la construcción de nuevos y modernos edificios. Un ejemplo de esto es la construcción de la iglesia de Santa Sofía, que se inicia apenas unas semanas después de la revuelta y la destrucción de una basílica anterior en ese mismo emplazamiento.



La emperatriz Teodora en otro mosaico de la misma iglesia que el anterior

Expansión territorial

    Pese a este reforzamiento del poder Imperial, Constantinopla tiene un importante punto débil, el ejército. Éste está cada vez más compuesto por mercenarios, lo que hace que el coste de cualquier expedición o del simple mantenimiento de la tropa sea mucho mayor. Al mismo tiempo, siempre estará escaso de efectivos y siempre estará más pendiente de la defensa de las fronteras que de ampliar sus dominios. Sin embargo la presión de la defensa fronteriza se alivia cuando Justiniano llega a un acuerdo con el Sha Sasánida, ya antes de la revuelta de la Niká, mediante la firma de un acuerdo de paz. Este acuerdo liberará a las tropas encargadas de defender este área y podrán ser utilizadas para otros menesteres.

    Este hecho permite que el Imperio Bizantino emprenda una serie de expediciones destinadas a la conquista de algunos de los territorios que formaban parte del Imperio Occidental. Si esta serie de conquistas está apoyada en el ideal de recuperar las fronteras occidentales es cuestión de debate, lo que sí sabemos es que esta fue una de las justificaciones utilizadas para ello. La otra es la restitución de la ortodoxia cristiana en el Imperio, ya que nominalmente esos territorios seguían siendo sus dominios. Fuese por el motivo que fuese, el hecho es que para emprender cualquiera de las tres principales expediciones de conquista que explicaremos a continuación, se aprovecha un momento de debilidad del reino a conquistar. De no haber sido así y ante la escasez y precariedad de las tropas imperiales, la derrota estaría garantizada.

Conquista del Reino Vándalo de África


    Situado en la costa norte de África y con capital en Túnez, la expedición se desarrolla entre los años 533 y 534. Se aprovecha una crisis sucesoria a raíz del destronamiento de su rey, Hilderico. La expedición estará comandada por Belisario, el general de confianza de Justiniano hasta su caída en desgracia, de la que ya hablaremos, y compuesta por unos 18.000 hombres. Por el camino se harán también con el control de Córcega, Cerdeña y las Baleares; y una vez lleguen al Reino Vándalo se harán rápidamente con su control, manteniendo el dominio sobre este territorio durante más de un siglo. El principal motivo para la conquista de esta zona fue su gran importancia económica, sobre todo por la producción de grano panificable. Sin embargo no todo es positivo, ya que en este territorio habrá un importante número de población bereber que no aceptará la conversión al cristianismo y, por otro lado, la población cristiana estará más apegada a la Iglesia Romana que a la de Constantinopla.

Conquista de la Italia Ostrogoda

    Esta empresa se desenvuelve entre los años 535 y 555 y se inicia tras el asesinato del heredero del rey Teodorico, Amalasanta. Las sucesivas expediciones estarán comandadas también por Belisario pero en este caso se encuentran con muchas dificultades y su avance será lento. Para colmo, a las dificultades del avance se une la epidemia de peste desatada en el 542, que ralentiza aún más la conquista. En el 552 Belisario será apartado de su cargo por Justiniano, que veía que este había acumulado mucha fama y poder y temía que lo derrocase. Su puesto lo ocupa el general Narsés, cuya pericia no es comparable a la de Belisario. En el año 555 se da por finalizada la empresa, aunque no llegan a controlar todo el territorio y las conquistas se verán reducidas cuando al poco tiempo entren en Italia tropas del reino lombardo, que dejan el dominio bizantino reducido a las ciudades de Roma, Ravena, Venecia y Sicilia. El control bizantino de la ciudad romana supone un reforzamiento del poder del Papa, que sería el encargado de defender esta ciudad, y será el germen de la creación de los Estados Pontificios.

Conquista del Reino Visigodo

    Esta expedición se extenderá desde el 551 al 552 y se corresponde con el estallido de la guerra civil entre Agila y Atanagildo, un nuevo conflicto entre católicos y arrianos. En este momento irrumpe en la Península Ibérica un ejército bizantino comandado por Liberio, que acaba por controlar zonas del Levante y la provincia romana de la Bética incluyendo Málaga, Córdoba, el Algarve, Ceuta y Cartagena. Esta última ciudad será donde se establezca la capital y la residencia del gobernador.

Últimos años de reinado

    En la última época del gobierno de Justiniano este se encuentra con numerosos problemas. Quizá el más importante sea la escaso éxito de la mayoría de sus conquistas, para empezar porque los costes de la conquista son muy superiores a los beneficios obtenidos. Esto se agrava aún más cuando se pone fin a la tregua con el Imperio Sasánida, lo que exige un nuevo esfuerzo tanto de las tropas como económico de un Imperio enfrascado en una costosa dinámica de conquistas exteriores. La guinda la pone la debilidad de la frontera de los balcanes, que desde el año 550 se ve asaltada por eslavos y turcomanos que entran por oleadas en el Imperio. Hay que mencionar también que en el año 548 se produce la muerte de la emperatriz Teodora, lo que deja tocado a Justiniano, ya que era una parte fundamental del gobierno y su principal apoyo.

    El año de la muerte de Justiniano, el 565, la crisis económica queda patente con la supresión del pago de su sueldo a las tropas y la venta de cargos públicos para financiar el Imperio. En definitiva el balance que obtenemos del gobierno de Justiniano I El Grande es el de un Imperio engrandecido territorialmente pero económicamente al borde de la quiebra dado el coste de esta expansión. Al mismo tiempo se empieza a vivir una situación similar a la del Imperio Romano Occidental, con la continua entrada de pueblos extranjeros y la imposibilidad de impedirlo mediante la defensa de las fronteras.

    Para finalizar tenemos que decir que además de todo lo que hemos comentado, durante el gobierno de Justiniano se lleva a cabo algo que quizá parezca anecdótico pero que seguramente sea de las cuestiones más importantes: la codificación y adaptación del derecho romano en el llamado Corpus Iuris Civilis, llevado a cabo por Triboniano antes de su deposición. En él se recogerían las leyes dictadas entre el gobierno del emperador Adriano (117-138) hasta el año 530. Estas leyes sería traducidas al griego, lengua oficial del Imperio Bizantino y modificadas sobre todo por una causa; esta codificación legal es llevada a cabo por y para una sociedad totalmente cristianizada, no por una pagana, por lo que las leyes pasas por el filtro del cristianismo oriental. Otro motivo para darle importancia a esta obra es que este será el derecho romano que llegará a Occidente.

    Por último decir que si alguien siente curiosidad por esta época no dude en consultar la obra de Procopio de Cesarea (500-560), en especial su Historia Secreta, que quizá aporta menos datos útiles que sus demás obras pero es una lectura bastante amena en la que saca a relucir los trapos sucios del Imperio, dejando patente su escaso aprecio por la emperatriz Teodora.

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