La complicada sucesión de los Reyes Católicos y la Revuelta de
las Comunidades
Tras la muerte de Isabel I la Católica en 1504, el reino de
Castilla atravesó un momento convulso. Se suceden el reinado de
Juana y Felipe I y, tras la muerte de éste, los intentos de Juana
por reinar en solitario, su incapacitación y las regencias del
Cardenal Cisneros y de Fernando el Católico. A la muerte del rey
aragonés y con la proclamación de su nieto Carlos como rey de
Aragón y Castilla, puede que nos parezca que esta situación
inestable se soluciona, pero nada más lejos de la realidad. Y esto es lo que os contamos a continuación.
Proclamación de Carlos I
A la muerte de Fernando el Católico, rey de Aragón y regente de
Castilla, en enero de 1516 y ante la incapacidad de Juana, que
debería heredar ambas coronas, estas pasaron a Carlos, el hijo de
Juana y Felipe I, que como ya sabéis es conocido como El Hermoso.
Sin embargo, dada tanto la minoría de edad del futuro rey y que se
encontraba en Flandes, se nombran dos regentes. En el reino de Aragón
administrará el trono el hijo natural de Fernando, es decir, aquel que había nacido fuera del matrimonio pero estaba reconocido; algo
habitual. Por su parte, en Castilla, es nombrado regente el Cardenal
Cisneros, que ya había ostentado el cargo tras la muerte de Felipe
I.
El Cardenal Cisneros con su garrota fashion. |
Por su parte, Carlos no pierde el tiempo y dos meses después de la
muerte de su abuelo se proclama rey desde Bruselas. Esta rapidez para
reclamar el trono aún estando en el extranjero se debe, en parte, al
temor de que desde los reinos de Aragón y Castilla se optase por
apoyar a su hermano Fernando. Y es que Carlos era visto como un
monarca extranjero, se había criado en la corte de su abuelo
paterno, Maximiliano de Austria, y ni siquiera sabía hablar español.
Por su parte Fernando se había criado con Fernando el Católico y
tenía buenas relaciones con la nobleza. En su proclamación Carlos
reconoce a su madre, Juana, como reina, algo que es necesario
mencionar ya que volverá a cobrar protagonismo.
Tras proclamarse rey en Bruselas, Carlos se encamina a tomar
posesión real de sus reinos, pero lo hace con mucha calma, se toma
su tiempo, ya que prefiere hacer un tour por distintas ciudades de
sus reinos. El motivo de esta demora es que el regente de Castilla,
el ya octogenario Cisneros, tenía los días contados y Carlos
prefería dejar hacer al tiempo y la enfermedad hicieran su trabajo para no tener que
entrevistarse con él. Sin embargo, con su periplo no hace más que
dejar claro uno de los temores de sus súbditos: el rey era un
extranjero para ellos y venía con sus propios asesores y
colaboradores flamencos. Flamencos de Flandes, no flamencos de
bulerías y esas cosas.
La toma del poder y la cuestión imperial
El pipiolo de Carlos I |
En cuanto se muere Cisneros, Carlos toma el poder, respetando el
papel de reina de su madre Juana, aunque esta sigue recluida en
Tordesillas. Ahora lo que apremia es celebrar Cortes en Castilla para
que éstas juren obediencia al rey. No es que el rey necesite que las
Cortes lo legitimen, que de eso ya se encargan sus derechos
dinásticos, simplemente se someten a su poder y juran lealtad. Éstas
se reúnen en Valladolid en 1518 y hacen saber al monarca su malestar
porque los cargos de la administración estén copados por
extranjeros. El rey les dice que tranquilos, que no se preocupen, que
va a cumplir con las costumbres castellanas y los cargos serán
ocupados por castellanos. Eso sí, hace trampitas y se limita a
naturalizar, algo así como otorgar la nacionalidad castellana, a sus
colaboradores extranjeros.
La tensión sigue en aumento cuando continúan los nombramientos
de extranjeros para cargos de importancia como la presidencia de las
Cortes o el arzobispado de Toledo. Sin embargo la gota que colma el
vaso llega con la muerte de Maximiliano de Habsburgo en enero de
1519 (se le murieron los dos yayos en enero, el frío no sienta
bien). De esta manera el trono del Sacro Imperio queda vacante, hay
que recordar que el Imperio no se hereda, si no que se somete a
elección. Por ello, en este momento se inicia la “campaña
electoral” para el trono imperial, que rima y todo. Para
garantizarse su elección Carlos necesita dinero e intentará
obtenerlo de Castilla modificando los impuestos.
Cuando ve que sus opciones al trono Imperial son reales, decide
convocar Cortes para obtener su permiso para marchar a Alemania.
Éstas se celebrarán en marzo de 1520 en Santiago de Compostela. La
designación de la actual capital gallega para albergar esta
convocatoria no es casual, ya que así se garantizaba la proximidad de
un puerto desde el que partir para Alemania rápidamente. Al mismo
tiempo se asegura de que los representantes de las ciudades estén
lejos de ellas, Galicia no tenía representación en Cortes, por lo
que si había algún problema o surgía alguna votación no prevista, éstos no podrían consultarlo con la Asamblea.
Inicio del conflicto comunero
Finalmente, y aún con el malestar de las Cortes, sobre todo de
algunas ciudades como Toledo que se negó a enviar representación,
Carlos se va a Alemania. Y se va dejando una última perla: nombra
como regente en su ausencia a Adriano de Utrecht, que había sido su
preceptor. Este nombramiento de un un extranjero como administrador
del trono fue la gota que colmó el vaso.
Tras la marcha del rey el conflicto está servido. La comunidad de
Toledo convoca a dieciocho ciudades castellanas a una reunión en
Ávila el ocho de julio de 1520 para tratar de reivindicar su papel
en la Corte. Más allá de las reivindicaciones salidas de esta
reunión, a la que acudieron todas las comunidades convocadas excepto
las andaluzas y murcianas, lo importante es el hecho de que se
reúnen sin consentimiento del rey. Automáticamente, y aprovechando
las milicias creadas por Cisneros durante su regencia, se inicia el
conflicto militar. El primer golpe se da en Segovia, liberando a la
ciudad del dominio realista.
En cuanto la tropa comunera comandada por Juan de Padilla amenazó
con marchar sobre Madrid, Adriano de Utrecht ordena echar mano de la
artillería situada en Medina del Campo para atacarles. Sin embargo
no contaba con la oposición de sus habitantes, a los que ni siquiera
el incendio de parte de la villa consiguió que los medinenses
cediesen. Este fracaso y el incendio de la ciudad hizo que todas las
comunidades castellanas se mostrasen partidarias de la revuelta.
Fin del conflicto
Tras este episodio, Padilla decide dirigirse a Tordesillas para
reunirse con Juana, que seguía siendo reina junto con su hijo, para
ganársela para su causa. El no pronunciamiento de la reina y que
muchos no considerarían válida la opinión de ésta al encontrarse
impedida, hizo que empezasen las tensiones en el bando comunero. A
esto se une el apoyo del monarca portugués a la causa realista,
poniendo tropas a disposición de éstos. Por otra parte, Francia
aprovecha la situación convulsa en Castilla e invade Navarra. Los
franceses entran por Navarra y no por Aragón ya que los aragoneses
se encontraban unidos ante la amenaza francesa ya que el movimiento
comunero no afecta a esta zona.
Todos estos reveses, unidos a la falta de una red de
abastecimiento que les permita mantener la tropa y tengan que optar
por actos de pillaje, hacen que la revuelta vaya perdiendo apoyos.
Cabe destacar también la organización del ejército de la corona,
que empieza a hostigar a las tropas comuneras. El golpe final será
asestado en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521, con la
derrota de las tropas comuneras dejando a la revuelta herida de
muerte y a merced de las tropas realistas.
No se puede hablar de Carlos I sin poner esta imagen |
De este conflicto se pueden sacar diversas conclusiones. Por un
lado tenemos el carácter transversal del movimiento, que aunque es
un movimiento principalmente urbano, acaba afectando tanto a miembros
de la nobleza, la burguesía y las clases populares, que se unen en
la defensa de los usos y costumbres castellanos. Por otra parte se
puede apreciar un intento de instauración de una especie de
monarquía constitucional, ya que se intenta que las Cortes puedan
condicionar los actos de un monarca, algo que era habitual en Aragón
pero no en Castilla. Finalmente, la revuelta viene a ejemplificar el
desmembramiento del estado en Castilla que se inicia con la muerte de
Isabel.
Por último comentar que Carlos I, al ver hasta donde podían
llegar sus súbditos para defender las costumbres castellanas y tras
ser nombrado Emperador en octubre de 1520, opta por trasladarse a
Castilla y castellanizarse tanto él como su Corte empezando por lo
básico, aprender el idioma. Hay que decir también que, pese a que
en esta entrada no se hable casi de la corona de Aragón, también
tuvo allí sus más y sus menos, pero eso lo trataremos en otra
entrada, seguramente muy pronto.
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