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miércoles, 13 de mayo de 2015

Carlos I y su llegada al trono

La complicada sucesión de los Reyes Católicos y la Revuelta de las Comunidades



    Tras la muerte de Isabel I la Católica en 1504, el reino de Castilla atravesó un momento convulso. Se suceden el reinado de Juana y Felipe I y, tras la muerte de éste, los intentos de Juana por reinar en solitario, su incapacitación y las regencias del Cardenal Cisneros y de Fernando el Católico. A la muerte del rey aragonés y con la proclamación de su nieto Carlos como rey de Aragón y Castilla, puede que nos parezca que esta situación inestable se soluciona, pero nada más lejos de la realidad. Y esto es lo que os contamos a continuación.





Proclamación de Carlos I

    A la muerte de Fernando el Católico, rey de Aragón y regente de Castilla, en enero de 1516 y ante la incapacidad de Juana, que debería heredar ambas coronas, estas pasaron a Carlos, el hijo de Juana y Felipe I, que como ya sabéis es conocido como El Hermoso. Sin embargo, dada tanto la minoría de edad del futuro rey y que se encontraba en Flandes, se nombran dos regentes. En el reino de Aragón administrará el trono el hijo natural de Fernando, es decir, aquel que había nacido fuera del matrimonio pero estaba reconocido; algo habitual. Por su parte, en Castilla, es nombrado regente el Cardenal Cisneros, que ya había ostentado el cargo tras la muerte de Felipe I.

El Cardenal Cisneros con su garrota fashion.
    Por su parte, Carlos no pierde el tiempo y dos meses después de la muerte de su abuelo se proclama rey desde Bruselas. Esta rapidez para reclamar el trono aún estando en el extranjero se debe, en parte, al temor de que desde los reinos de Aragón y Castilla se optase por apoyar a su hermano Fernando. Y es que Carlos era visto como un monarca extranjero, se había criado en la corte de su abuelo paterno, Maximiliano de Austria, y ni siquiera sabía hablar español. Por su parte Fernando se había criado con Fernando el Católico y tenía buenas relaciones con la nobleza. En su proclamación Carlos reconoce a su madre, Juana, como reina, algo que es necesario mencionar ya que volverá a cobrar protagonismo.

    Tras proclamarse rey en Bruselas, Carlos se encamina a tomar posesión real de sus reinos, pero lo hace con mucha calma, se toma su tiempo, ya que prefiere hacer un tour por distintas ciudades de sus reinos. El motivo de esta demora es que el regente de Castilla, el ya octogenario Cisneros, tenía los días contados y Carlos prefería dejar hacer al tiempo y la enfermedad hicieran su trabajo para no tener que entrevistarse con él. Sin embargo, con su periplo no hace más que dejar claro uno de los temores de sus súbditos: el rey era un extranjero para ellos y venía con sus propios asesores y colaboradores flamencos. Flamencos de Flandes, no flamencos de bulerías y esas cosas.

La toma del poder y la cuestión imperial

El pipiolo de Carlos I
    En cuanto se muere Cisneros, Carlos toma el poder, respetando el papel de reina de su madre Juana, aunque esta sigue recluida en Tordesillas. Ahora lo que apremia es celebrar Cortes en Castilla para que éstas juren obediencia al rey. No es que el rey necesite que las Cortes lo legitimen, que de eso ya se encargan sus derechos dinásticos, simplemente se someten a su poder y juran lealtad. Éstas se reúnen en Valladolid en 1518 y hacen saber al monarca su malestar porque los cargos de la administración estén copados por extranjeros. El rey les dice que tranquilos, que no se preocupen, que va a cumplir con las costumbres castellanas y los cargos serán ocupados por castellanos. Eso sí, hace trampitas y se limita a naturalizar, algo así como otorgar la nacionalidad castellana, a sus colaboradores extranjeros.

    La tensión sigue en aumento cuando continúan los nombramientos de extranjeros para cargos de importancia como la presidencia de las Cortes o el arzobispado de Toledo. Sin embargo la gota que colma el vaso llega con la muerte de Maximiliano de Habsburgo en enero de 1519 (se le murieron los dos yayos en enero, el frío no sienta bien). De esta manera el trono del Sacro Imperio queda vacante, hay que recordar que el Imperio no se hereda, si no que se somete a elección. Por ello, en este momento se inicia la “campaña electoral” para el trono imperial, que rima y todo. Para garantizarse su elección Carlos necesita dinero e intentará obtenerlo de Castilla modificando los impuestos.

    Cuando ve que sus opciones al trono Imperial son reales, decide convocar Cortes para obtener su permiso para marchar a Alemania. Éstas se celebrarán en marzo de 1520 en Santiago de Compostela. La designación de la actual capital gallega para albergar esta convocatoria no es casual, ya que así se garantizaba la proximidad de un puerto desde el que partir para Alemania rápidamente. Al mismo tiempo se asegura de que los representantes de las ciudades estén lejos de ellas, Galicia no tenía representación en Cortes, por lo que si había algún problema o surgía alguna votación no prevista, éstos no podrían consultarlo con la Asamblea.

Inicio del conflicto comunero


    Finalmente, y aún con el malestar de las Cortes, sobre todo de algunas ciudades como Toledo que se negó a enviar representación, Carlos se va a Alemania. Y se va dejando una última perla: nombra como regente en su ausencia a Adriano de Utrecht, que había sido su preceptor. Este nombramiento de un un extranjero como administrador del trono fue la gota que colmó el vaso.

    Tras la marcha del rey el conflicto está servido. La comunidad de Toledo convoca a dieciocho ciudades castellanas a una reunión en Ávila el ocho de julio de 1520 para tratar de reivindicar su papel en la Corte. Más allá de las reivindicaciones salidas de esta reunión, a la que acudieron todas las comunidades convocadas excepto las andaluzas y murcianas, lo importante es el hecho de que se reúnen sin consentimiento del rey. Automáticamente, y aprovechando las milicias creadas por Cisneros durante su regencia, se inicia el conflicto militar. El primer golpe se da en Segovia, liberando a la ciudad del dominio realista.

    En cuanto la tropa comunera comandada por Juan de Padilla amenazó con marchar sobre Madrid, Adriano de Utrecht ordena echar mano de la artillería situada en Medina del Campo para atacarles. Sin embargo no contaba con la oposición de sus habitantes, a los que ni siquiera el incendio de parte de la villa consiguió que los medinenses cediesen. Este fracaso y el incendio de la ciudad hizo que todas las comunidades castellanas se mostrasen partidarias de la revuelta.

Fin del conflicto

    Tras este episodio, Padilla decide dirigirse a Tordesillas para reunirse con Juana, que seguía siendo reina junto con su hijo, para ganársela para su causa. El no pronunciamiento de la reina y que muchos no considerarían válida la opinión de ésta al encontrarse impedida, hizo que empezasen las tensiones en el bando comunero. A esto se une el apoyo del monarca portugués a la causa realista, poniendo tropas a disposición de éstos. Por otra parte, Francia aprovecha la situación convulsa en Castilla e invade Navarra. Los franceses entran por Navarra y no por Aragón ya que los aragoneses se encontraban unidos ante la amenaza francesa ya que el movimiento comunero no afecta a esta zona.

    Todos estos reveses, unidos a la falta de una red de abastecimiento que les permita mantener la tropa y tengan que optar por actos de pillaje, hacen que la revuelta vaya perdiendo apoyos. Cabe destacar también la organización del ejército de la corona, que empieza a hostigar a las tropas comuneras. El golpe final será asestado en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521, con la derrota de las tropas comuneras dejando a la revuelta herida de muerte y a merced de las tropas realistas.



No se puede hablar de Carlos I sin poner esta imagen
    De este conflicto se pueden sacar diversas conclusiones. Por un lado tenemos el carácter transversal del movimiento, que aunque es un movimiento principalmente urbano, acaba afectando tanto a miembros de la nobleza, la burguesía y las clases populares, que se unen en la defensa de los usos y costumbres castellanos. Por otra parte se puede apreciar un intento de instauración de una especie de monarquía constitucional, ya que se intenta que las Cortes puedan condicionar los actos de un monarca, algo que era habitual en Aragón pero no en Castilla. Finalmente, la revuelta viene a ejemplificar el desmembramiento del estado en Castilla que se inicia con la muerte de Isabel.



    Por último comentar que Carlos I, al ver hasta donde podían llegar sus súbditos para defender las costumbres castellanas y tras ser nombrado Emperador en octubre de 1520, opta por trasladarse a Castilla y castellanizarse tanto él como su Corte empezando por lo básico, aprender el idioma. Hay que decir también que, pese a que en esta entrada no se hable casi de la corona de Aragón, también tuvo allí sus más y sus menos, pero eso lo trataremos en otra entrada, seguramente muy pronto.

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